Comentario
CAPITULO V
Llega el V. P. Al Colegio de S. Fernando, y lo que practicó
era él hasta la salida para las Misiones de Infieles
Entró en el Apostólico Colegio de S. Fernando de México su nuevo alumno P. Fr. Junípero Serra el día primero de Enero del año de 1750, como a las nueve de la mañana, tiempo en que la Comunidad se ocupaba en el rezo. Pasó inmediatamente a la iglesia a tomar primero la bendición del Señor Sacramentado, y habiéndose detenido allí el tiempo que tardaron los Religiosos en rezar, salió lleno de júbilo diciendo al Compañero: "Padre, verdaderamente podemos dar por bien empleado el venir de tan lejos con los trabajos que se han ofrecido, sólo por lograr la dicha de ser miembros de una Comunidad, que con tanta pausa y devoción paga la deuda del Oficio Divino." Entraron luego al Colegio, y tomaron la bendición al R. P. Guardián, quien los recibió con abrazo de amoroso Padre, y lo mismo hicieron los demás Religiosos: Uno de ellos, que fue de los primeros Fundadores del Colegio y muy venerable en él, al abrazar a nuestro P. Lector le dijo estas palabras: "Oh quien nos trajera una selva de Juníperos" Pero el humildísimo Varón le respondió: "No de éstos, R. Padre, pedía nuestro Seráfico Patriarca, sino de otros muy diferentes."
El día siguiente de la llegada al Colegio, pidió al R. P. Guardián le señalase Confesor, y le señaló al que entonces era Maestro de Novicios, el V. P. Fr. Bernardo Pumeda, Misionero de mucha fama que había sido cuando se hallaba en España en el Colegio de Sahagún, y a la presente lo era en el Reino, y gran Maestro en la Mística especulativa y práctica. Luego que oyó que el R. P. Guardián le nombraba por Director al P. Maestro de Novicios dijo: "La acertó el Prelado, esto es lo que necesito, hacer el Noviciado" y muy gozoso y fervoroso se fue a presentar al P. Maestro, y con toda sumisión le dijo lo determinado por el P. Guardián; y que por amor de Dios le suplicaba lo admitiese como al menor de los Novicios, y tuviese a bien dejarlo vivir en una de las Celditas del Noviciado. Respondióle el prudente Maestro: que con mucho gusto lo admitía por hijo espiritual, respecto a disponerlo así el Prelado; pero que S. R. se había de sujetar a su doctrina; y así, que lo que pedía de vivir en el Noviciado era una novedad no practicada en los Colegios, que a nadie estaría oculta "por lo que V. R. (prosiguió) vivirá en la Celda que el V. P. Guardián le ha señalado, como todos los demás, y sólo le permitiré que pueda asistir a los particulares ejercicios del Noviciado."
Así lo practicó los cinco meses que estuvo en el Colegio antes de salir a Misiones; y siendo muy puntual al Coro, y a todos los actos de Comunidad, luego que salía de ellos iba al Noviciado a rezar con el Maestro el Oficio Parvo, Vía-Crucis, Corona, y demás ejercicios devotos que practican los nocicios y Coristas, con lo cual edificaba a éstos, y él aprovechaba para su espíritu.
Hallábase el Colegio cuando llegamos muy necesitado de Operarios para el ejercicio de Misiones, tanto de Católicos, como de Gentiles, por tener fundadas cinco, hacía seis años, en la Sierra Gorda, y para sostenerlas, había sido preciso valerse de Misioneros de los otros Colegios, los cuales suplían medio año y se remudaban. Después de días de llegada al Colegio nuestra Misión, estando el R. P. Guardián una tarde de asueto en la Huerta con otros Padres de los que habíamos venido de España, siendo uno de ellos el V. Fr. Junípero, expresó el Prelado el gozo que había tenido con nuestra llegada, pues esperaba con esto salir de ahogos, y dejar de mendigar Operarios de otros Colegios; "porque de VV. RR. (dijo) algunos se animarán a ir a trabajar en las Misiones de los Infieles de Sierra Gorda."
Al oír esto nuestro fervoroso Padre (no olvidando los deseos de este ejercicio que lo habían sacado de su Patria y Santa Provincia) dijo con el Profeta: R. P. Guardián: Ecce ego mitte me; y a su ejemplo hicieron lo propio otros muchos, con lo que tuvo sobrantes el Prelado para proveer las cinco Misiones (dispensándolos por la necesidad, tanto en el año de Colegio, como en aprobación, según lo dispuesto en las Bulas Inocencianas) nombró a ocho de los que habíamos venido de España, y entre ellos al V. P. Junípero, y a mí de su Compañero, dándonos aviso de ello, para que nos dispusiésemos, y estuviésemos prontos al primer aviso. Luego que el Siervo de Dios se vió electo para las Misiones de Infieles, aumentó sus espirituales ejercicios para estar mejor dispuesto a la voz del Prelado.